TRES ESTRUCTURAS CLÍNICAS DEL PSICOANÁLISIS ESTRUCTURAL



NEUROSIS: REPRESIÓN Y DESEO

En el marco del psicoanálisis lacaniano, el fenómeno de la neurosis, nos remite indefectiblemente a la posición del sujeto frente al lugar del Otro. El Otro es una alteridad, que en tanto lugar, puede ser ocupado por diversas figuras, entre ellas la madre, quien desde la llegada del sujeto al mundo, lo introduce al lenguaje, le da un nombre y lo incluye en su deseo; y el padre, quien desde su lugar de la Ley, nombra y con ello pone límites al deseo de la madre y del hijo, a quien ubica en un lugar dentro de la estructura. Pero además el lugar del Otro, puede ser ocupado por la cultura, que determina roles, funciones, dentro de un contexto social que se rige por normas y leyes, y que es integrado por un lenguaje que organiza a los sujetos pertenecientes a una misma cultura. Dios, la religión, la ciencia, y ahora el mercado, también ocupan el lugar del Otro en la vida del sujeto en la actualidad.

El Otro, esa alteridad radical, dirá Lacan, al nombrar al sujeto, va incluyéndolo en su discurso, discurso que consta de dos niveles: un nivel significante o del enunciado, y el nivel del significado o de la enunciación. A nivel del enunciado, podemos escuchar los significantes con los que el Otro nombra a sujeto, y con ello la posición que le otorga en su discurso, como niño bueno o malo, el tonto o el inteligente, por ejemplo. Sin embargo debajo del nivel de lo “dicho”, va insistiendo el significado de las palabras con las que el Otro nombra al sujeto. A este nivel, de la enunciación, es que podemos encontrar a los elementos que van calando y construyendo el inconsciente del sujeto. De allí que Lacan afirme: el inconsciente es el discurso del Otro.

Si bien el Otro es el lugar del lenguaje y del saber, este Otro al igual que el sujeto está en falta, en tanto no todo lo sabe, no todo lo puede y porque está encarnado muchas veces por personas, sujetos divididos y deseantes. En la Neurosis, el sujeto reconoce esta falta en el Otro, falta que le genera angustia y lo lleva a reprimirla, para seguir creyendo en él. Es justamente la falta en el Otro la que ingresa al sujeto al circuito del deseo, pues el Otro desea cuando está en falta, condición que lo llevará a buscar un objeto que lo complete.

La diferencia entre histeria, fobia y obsesión, radica en la forma en que el sujeto responde al deseo del Otro, con su propio deseo, de allí que Lacan dirá, el deseo es siempre deseo del Otro. Mantenerlo insatisfecho (histeria), es una forma de constantemente barrar al Otro, y mantenerlo imposible (obsesión) es una forma de asegurarse en el camino de la búsqueda sin fin. En este sentido, el tipo de neurosis dependerá de la relación que el sujeto entable con el deseo, que es a fin de cuentas el deseo del Otro.

Otro de los elementos diferenciales de la Neurosis, con respecto a las demás estructuras clínicas es su relación con la Ley, producto de la operación de la metáfora paterna. Como el neurótico llega hasta el tercer momento del Edipo, el Nombre del Padre operó, aunque conciertas fallas y yerros, sin embargo pudo representar a la ley y poner límites al deseo de la madre y del hijo. El sujeto por lo tanto ha ingresado al registro simbólico, con las consecuencias que ello implica, la división, la falta y el deseo: búsqueda constante del objeto que cubrirá la falta en ser, propia del neurótico.


El término forclusión, fue utilizado por Lacan para hacer referencia al escurrimiento o desvanecimiento de la metáfora paterna y su función reguladora en el segundo momento de la estructura edípica. En este caso, el deseo devorador de la madre no viabilizó la operación de la ley, al atrapar al hijo como objeto que la completa y no virar hacia el padre u otro objeto para tomarlo como objeto de amor.

Al no operar la metáfora paterna, el sujeto queda atrapado en el fantasma de la madre, devorado por su deseo sin límites, perdiendo la posibilidad de ser ingresado al registro simbólico, una de las principales funciones de la metáfora paterna, en tanto falta el significante que inicia al sujeto en el mundo del lenguaje y su registro simbólico, del orden y los límites. En palabras de Roberto Valiente:

En la psicosis, se ha estructurado un yo débil, pero no un sujeto dividido, efecto del lenguaje y su registro simbólico, pues falta un significante, el significante del Nombre del Padre, primordial en la armazón del sujeto. Es así que cuando algo del mundo exterior moviliza la endeble estructura, se desencadena la psicosis, con los fenómenos elementales que la caracterizan, pérdida del contacto con la realidad, fuga de ideas, alucinaciones sensitivas, etc. En este momento el individuo experimenta la fragmentación del Yo, y el retorno de lo real, de la manera más cruda y angustiante. Sin embargo el delirio, opera como una prótesis que hilvana una conexión entre el sujeto y la realidad “real”.

En cuanto a la relación del psicótico con la ley, podemos decir que no existe relación alguna, en la medida en que el psicótico no conoce la ley, porque no ha sido marcado, por lo prohibido y lo permitido, es decir por la castración. En este contexto el psicótico no reprime nada y por lo tanto no estructura el inconsciente, de allí que Lacan dirá que se trata del inconsciente a cielo abierto, de un cuerpo puro goce, pura satisfacción pulsional. Sin embargo no se puede juzgar al psicótico de “inmoral”, sino de “amoral”, sin moral, pues no conoce el límite entre lo bueno y lo malo, lo permitido y lo prohibido.

PERVERSIÓN: RENEGACIÓN Y ACTO

En términos generales, la perversión fue definida como la desviación del instinto sexual, que más específicamente concierne al objeto sexual: que puede ser un individuo del mismo sexo, muy joven o muy viejo, un cadáver, un animal, una prenda de vestir, objetos del otro sexo, para verlas, olerlas o vestirlas. Mientras que la práctica sexual misma, también puede pervertirse: al gozar cuando el sujeto muestra los órganos genitales, causa sufrimiento de su pareja, erotiza su propio sufrimiento, cuando siente placer con la participación de un tercero o de varios en el acto sexual, hasta la mezcla de la orina y heces en este acto, etc.

Sin embargo, para el psicoanálisis, la descripción y clasificación, no son suficientes, en tanto busca conocer los elementos estructurales que determinaron la condición de la estructura perversa, sus leyes, sus mecanismos y el significado de sus diversas manifestaciones.

Al estudio de la perversión en sentido diacrónico desarrollado por Freud a partir de la hipótesis genética que lo conduce a considerar al niño como un "perverso polimorfo", se agrega más recientemente la contribución de Lacan y otros autores “lacanianos”, quienes han retomado la noción de perversión en términos de estructura, es decir en su dimensión sincrónica, en la articulación de las diferentes instancias psíquicas. En tal sentido, el perverso se caracteriza menos por sus prácticas sexuales (múltiples y combinadas en la realidad) y más por una organización psíquica que no se limita a su vida exclusivamente erótica.

Sin embargo es importante establecer la diferencia entre la estructura perversa y los rasgos de perversión, que pueden manifestarse en las otras dos estructuras: neurosis y psicosis. La diferencia entre ambos nos remite a las características de la sexualidad infantil, que por excelencia es perversa, en la medida en que el placer sexual no está centrado en los genitales sino en otras zonas del cuerpo, llamadas zonas erógenas. Esta erogenización del cuerpo, persiste en la vida sexual adulta, cuando se hace uso de otras zonas y sentidos en la búsqueda de placer. En cambio en la perversión como estructura, existe la persistencia y primacía de elementos de la sexualidad infantil, primacía que se produce a expensas de la sexualidad adulta cuya falta de desarrollo e inadecuación es uno de los rasgos característicos de las perversiones. En otras palabras, en la neurosis la sexualidad esta teñida de rasgos perversos, mientras que en la perversión el goce es obtenido en actos que no siempre implican a los órganos genitales (fetichismo, voyeurismo, etc.)

En la estructura perversa ocupa un lugar eminente el goce, la ley, el Otro y el objeto a causa de deseo, por lo que pasamos a analizar brevemente cada uno de ellos y su articulación en esta estructura clínica.




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